La Bienal proyecta la arquitectura boliviana desde Santa Cruz de la Sierra al mundo

11/4/2025

A principios de 2006, el directorio del (CASCZ), presidido por Carlos Alberto Ibáñez Murillo, inició un proyecto que marcaría un antes y un después en la historia de la arquitectura local: la creación de una bienal de arquitectura propia. La idea era clara y ambiciosa: promover y difundir la producción arquitectónica cruceña, mostrar las tendencias globales que ya influían en el medio y, sobre todo, acercar al ciudadano al trabajo de los profesionales que daban forma a la ciudad.

En ese entonces, la única bienal del país era la de La Paz, donde los profesionales cruceños ya habían tenido destacada participación. Se presentaron excelentes trabajos; proyectos contemporáneos, funcionales y muy audaces. El contexto también era propicio: Santa Cruz de la Sierra vivía un auge urbano, con una nueva generación de arquitectos formados en universidades locales y la llegada de profesionales del exterior que aportaban frescura e innovación.

Así, del 13 al 20 de noviembre de 2006, y como parte de la Semana del Arquitecto, se realizó la primera Bienal de Arquitectura de Santa Cruz, bajo la temática “Teoría y praxis” y la organización de Marina Bonino y Ronald Vaca Pereira. La sede fue el Centro de Interpretación Turística y Cultural (antiguo edificio de la Prefectura), donde se exhibieron obras de los últimos cinco años, junto a una categoría de análisis e investigación que reforzó la parte teórica del evento.

Entre los primeros ganadores destacaron Rolando Aparicio, con la Casa Bedoya (Categoría Vivienda Unifamiliar), y Carlos Cadario, con el Edificio Copenac (Categoría Edificios Institucionales). El Gran Premio Bienal fue otorgado a Luis y Álvaro Fernández de Córdova por su obra Casa del Reloj.

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De encuentro local a referente nacional

En 2010, bajo la presidencia de Rim Safar Sakkal, la tercera Bienal de Arquitectura de Santa Cruz se volvió regional al incluir proyectos del Beni y Tarija. De su dirección se encargó Ricardo González.
Dos años después, la muestra alcanzó una nueva dimensión al convertirse en un evento de alcance nacional. Con la temática “Espacio y sociedad”, reunió alrededor de 100 obras y proyectos en el Pabellón USA de Fexpocruz, consolidándose como la muestra arquitectónica más importante de Bolivia. Tal como en sus primeras ediciones, contó con la presencia de invitados internacionales y jurados de prestigio, que dieron realce a la competencia y a la reflexión académica.

La internacionalización en tiempos del covid-19

La séptima edición, en 2020, marcó otro hito en la historia de la Bienal. Bajo la dirección del arquitecto Ernesto Urzagasti Saldías y con José Luis Durán Saucedo al frente del CASCZ, la muestra estaba lista para inaugurarse en marzo. Sin embargo, la cuarentena por la pandemia de covid-19 obligó a replantear todo. En un hecho inédito a escala mundial, la Bienal se realizó de forma virtual, utilizando un entorno 3D interactivo para exhibir más de 200 proyectos y desarrollar conferencias magistrales internacionales.

El lema de esa edición, “Retorno a los orígenes”, sintetizaba el espíritu de un tiempo convulso y, al mismo tiempo, profundamente introspectivo. En medio de la incertidumbre global, la Bienal invitaba a mirar hacia adentro: a repensar los fundamentos de la arquitectura, el sentido del espacio y la relación del ser humano con su entorno. “Fue un reto enorme para todos los que estuvimos involucrados —expresó Urzagasti—. Había que ver que, más allá de la crisis sanitaria, existía la necesidad de entendernos como sociedad”.

Urzagasti considera que ese retorno simbólico implicaba también volver a los valores esenciales de la disciplina: la sensibilidad frente al contexto, la búsqueda de equilibrio entre funcionalidad y emoción, la responsabilidad ambiental y la creación de espacios que promuevan bienestar y comunidad. “Desde la virtualidad, los arquitectos se enfrentaron a un desafío inédito: recrear la experiencia sensorial y social del espacio a través de la pantalla, explorando nuevas formas de exhibición y diálogo. La Bienal demostró entonces que la arquitectura va más allá de lo tangible”, manifestó.

Una vitrina internacional

Hoy, rumbo a su décima edición, la Bienal Internacional de Arquitectura de Santa Cruz se ha consolidado como un espacio de referencia regional. “Es una bienal de pantalones largos; muy seria en cuanto a gestión, logros y apertura. Es un evento esperado no solo por los profesionales nacionales, sino también por los extranjeros”, afirma Carlos Alberto Ibáñez. El actual presidente del Colegio de Arquitectos, Percy Vargas Brittez, la define como una gran vitrina para mostrar el talento arquitectónico latinoamericano: “Es una manera de mostrar cómo estamos construyendo nuestras ciudades y cómo estas se están desarrollando”.

Para Vargas, la Bienal no sólo exhibe obras y proyectos, sino que propicia un diálogo entre generaciones, culturas y realidades urbanas, permitiendo entender cómo la arquitectura responde a los desafíos de la sostenibilidad, la movilidad, la inclusión social y el crecimiento metropolitano. “Cada edición nos deja lecciones sobre lo que significa proyectar desde el contexto latinoamericano —añade—, con nuestras particularidades, limitaciones y también con una enorme capacidad de innovación”.

De aquella primera exposición en 2006 a su formato internacional actual, la Bienal de Arquitectura de Santa Cruz ha crecido en magnitud y alcance; pero también se ha convertido en un reflejo del desarrollo urbano, cultural y profesional del oriente boliviano, y en un punto de encuentro entre quienes imaginan, diseñan y construyen el futuro de nuestras ciudades.

Hoy, la arquitectura cruceña vive uno de sus momentos más brillantes. Con una identidad que combina la esencia tropical, el ingenio constructivo y la apertura a las nuevas corrientes del mundo, sus arquitectos han logrado posicionar a la región como un referente nacional e internacional. Su obra es el resultado de una mirada sensible al entorno, del respeto por el clima y la cultura local, y de una constante búsqueda por innovar en materiales, formas y espacios.

Santa Cruz de la Sierra se consolida así como una ciudad laboratorio de ideas, donde confluyen tradición y modernidad, funcionalidad y belleza. Detrás de este crecimiento está el talento de una generación de profesionales que no sólo diseña edificaciones, sino que proyecta modos de vida más sostenibles, humanos y conectados con la naturaleza. La arquitectura cruceña, con su fuerza creativa y su visión de futuro, demuestra que el oriente boliviano está a la vanguardia del diseño contemporáneo.